MORDRAK II

EL ALTAR

EL PLANETA

El sistema de Mordrak está relativamente cerca del Ojo del Terror (ver mapa), por lo que se halla en un estado permanente de guardia por la constante posibilidad de sufrir un ataque por parte de las legiones del Caos. Su capital, la ciudad de Hosh, se halla en el planeta helado de Mordrak II, el único habitado del sistema, aunque esto no ha sido siempre así.

Hace aproximadamente mil años, el sistema contenía dos planetas habitados: Mordrak I y Mordrak II. Mientras en el primer planeta se ubicaba la capital del sistema por sus riquezas naturales, su prospera industria, agricultura y su tecnología, el planeta de Mordrak II, mucho más pobre, se dedicaba a la minería y a la extracción de combustibles.

Los habitantes de Mordrak I eran ricos, opulentos, cultos y muy engreidos: se dedicaban en exclusiva a los negocios y a la animada vida social nocturna, mirando con desprecio a sus vecinos de Mordrak II, a los que consideraban poco más que mano de obra. Mientras, en el segundo planeta, la vida era mucho más dura: las peligrosas explotaciones mineras se cobraban al año muchas vidas en infinidad de accidentes, la gente vivía precáriamente, y la única salida era el alistamiento en la Guardia Imperial. Esta situación provocó que en la mayor parte de las guarniciones de tropas de este planeta se agruparan en el segundo planeta, dejando al primero con un número de efectivos ridículos para su defensa.

Este status perduraba ya tantos siglos, que a Mordrak I se le conocía en el resto de la galaxia como simplemente Mordrak; incluso muchos desconocían que hubiese un segundo planeta habitado en el sistema.

LA INVASIÓN

Pero esto cambió una noche de hace mil años. Una pequeña flota emergió del inmaterium a las afueras del sistema, dirigiéndose hacia la órbita del planeta principal. Sin mediar palabra, colocaron sus naves en posición encima del planeta y empezaron a disparar sus baterías orbitales. El verdiazul planeta se lleno de explosiones de fuego azul que arrasaron los cuarteles de la guardia de honor y los magníficos edificios del Administratum. Los governantes comenzaron a enviar peticiones de auxilio a Mordrak II para que enviara refuerzos, pero la fatalidad (o el destino) quiso que el ataque se produjese en el momento en que el segundo planeta, de órbita mucho más errática y alejada, estubiera en el punto más alejado respecto a Mordrak I.

Las naves atacantes empezaron a despedir infinidad de cápsulas sobre la capital Zaragrado. De las cápsulas desembarcaron los ignominosos hijos de Magnus: la legióm marine traidora de los Mil Hijos. Sin un ejército regular que los hiciera frente, arrasaron cualquier resistencia y esclavizaron a inumerables ciudadanos para someterlos a los designios de su caótico diós. En poco tiempo el anterior esplendor natural del planeta se transformó en un grotesco circo de horrores.

Mientras, en Mordrak II, se preparaban para la batalla y el Confesor Hosh, ante la caída de la cúpula de la Eclesiarquía en el sistema, se convirtió en la voz que inspiró a los regimientos de Mordrak II y los conduciría a la mayor gesta de su historia. Hosh era un fiel seguidor de las enseñanzas de Sebastian Thor, por lo que aborrecía la opulencia y la corrupción de los eclesiarcas de Mordrak I. Se implicaba en la vida y en el bienestar de los oprimidos habitantes de Mordrak II, siendo un personaje muy querido por toda la gente humilde y, por tanto, por los regimientos de la Guardia Imperial.

Sabiendo que la capital y el planeta entero ya habría caído, dedicaron sus esfuerzos a armar las baterías de defensa planetaría de sus lunas y atrincherarse en el territorio que mejor conocían: las minas.

La aniquilación de M.I y de todos sus habitantes fué rápida, por lo que las naves del caos se orientaron pronto hacia el segundo planeta. Las baterías de defensa planetaria de las lunas pudieron barrer las primeras naves, pero cuando llegaron los grandes cruceros fueron arrasadas. Era el momento del asalto terrestre.

LA RESISTENCIA

La aplastante superioridad tanto táctica como armamentística de los Mil Hijos superó rápidamente a los desesperados defensores, pero gracias al firme liderazgo del Confesor Hosh y a la fé en El Emperador, las numerosas tropas no se desororganizaron en ningún momento y fueron retirándose paulatínamente hacia las minas. Llegados a este punto, sabían que no podían retroceder más: los que no podían empuñar un arma estaban escondidos en las galerías más profundas, por tanto había que protegerlas a toda costa, pero era una tarea difícil: los Mil Hijos campaban libremente por la superficie, por lo que empezaron a excavan túneles para llegar hasta las cavernas más profundas.

Cuando las municiones y los alimentos comenzaban a escasear, los astropatas recivieron un mensaje de esperanza: guarniciones de sistemas cercanos enviaban refuerzos. Además, una compañía de Lobos Espaciales del cercano planeta Fenris venían en su ayuda. Con esas buenas nuevas, los defensores recuperaron la esperanza y lanzaron una contrafensiva para despejar algunos espaciopuertos para que los refuerzos pudieran aterrizar.

LA VICTORIA

Dos días después, los refuerzos imperiales llegaban a la órbita del sistema. Mientras la flota Imperial se enzarzaba en combate con los navios caóticos, los Lobos Espaciales se lanzaron directamente hacia la superficie del planeta. Ignoraron los espaciopuertos despejados y desplegaron en medio de las líneas de la legión traidora: estaba claro que los hijos de Russ querían acabar rápido con sus ancestrales enemigos. El desenbarco fué sangriento, pero una vez alcanzaron el combate cuerpo a cuerpo, los caparazones vacíos de los seguidores de Tzeentch se quebraban ante las hachas y colmillos de hielo, y una vez más, les expulsaron al espacio disforme del que jamas debieron haber salido.

Los Mordrakianos recivieron con entusiasmo a los liberadores, y vitorearon a Hosh como su gran salvador: sin su firme liderazgo no hubieran podido resustir tanto tiempo y despejar el terreno para recivir refuerzos. Pero al regresar a la superficie, descubrieron la triste realidad: todas sus casas e infraestructuras habían sido destruidas, y Mordrak I era un nido de infectación. El Ordo Malleus ordenó la destrucción de Mordrak I y de todos sus antiguos habitantes: de la opulenta cultura no quedó ni rastro, y los humildes mineros vieron convertido a su asolado planeta en el principal (y único habitado) del sistema.

LAS GUARNICIONES

Ante la posibilidad de que quedaran restos de las fuerzas de los Mil Hijos ocultos en el planeta, los Lobos Espaciales dejaron una guarnición al mando de Durfast, un veterano de la Guardia del Lobo. Durfast, recorriendo los inumerables kilómetros de galerías, descubrió y purgó santuarios de los Mil Hijos; sin embargo, también descubrió otros más antiguos de civilizaciones desaparecidas hace eones. Estas estructuras, ignoradas por los Mordrakianos por miedo, resultaron ser una importante fuente de restos tecnoarqueológicos.

Años más tarde, cuando murió Hosh a edad muy avanzada, por presión popular fué beatificado y se elevó un santurario en su honor, custodiado por un convento de Sororitas.

EN LA ACTUALIDAD

Actualmente, el santuario de San Hosh es una parada obligatoria para las peregrinaciones en el setor, y las guarniciones de Lobos Espaciales y Sororitas se mantienen para ayudar a uno de los regimietos más leales y con mayor coraje de la Guardia Imperial.

La población de Mordrak II continúan dedicándose a la minería y a la industria de contrucción de armamento para el ejército imperial. Esta importante manufactura, junto con el gran número de tropas leales a El Emperador, mucho más numerosas ahora, ha convertido al sistema como uno de los puntos clave de defensa de los sistemas cercanos. En mil años su población no ha olvidado la amenaza del Caos, por lo que apenas hay sitio en sus barracones ante la avalancha de solicitudes de ingreso de jóvenes cadetes.

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Además, las Sororitas y, en especial, los Lobos Espaciales participan activamente en el entrenamiento de las compañías veteranas, convirtiéndose así en expertos en combates relámpago capaces de confundir las líneas enemigas.